Las Sagradas Escrituras
- javier cabrales
- 1 may 2014
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Escrituras
Existe dentro del cristianismo una agrupación de libros que se conoce como Biblia, que contiene texto sagrado para su consideración y obediencia. Las distintas denominaciones cristianas varían en cuanto a la forma de traducción e interpretación de dichas escrituras.
Textos
Virtualmente todas las Iglesias cristianas aceptan la autoridad de la Biblia, la cual incluye el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento, si bien el canon bíblico, o libros que se incluyen, difiere entre las diferentes denominaciones, como es el caso del Antiguo Testamento.
Las distintas Iglesias cristianas ortodoxas, así como diversas Iglesias orientales de dogma nestoriano y eutiquiano, y la iglesia católica latina occidental, incluyen en sus Biblias otros libros llamados los deuterocanónicos, que las comunidades cristianas primitivas habían recibido en la Biblia Septuaginta, bastante más extensa que el Tajan judío hebreo-arameo, de las comunidades israelitas de habla griega de todo el Mundo Clásico.
Debido a la ignorancia de algunos de los Padres de la Iglesia de esta transferencia cultural, la Iglesia occidental mantuvo una postura bastante reservada hacia estos escritos, los deuterocanónicos, durante algunos siglos (Siglos III al V). Pero ratificó su pertenencia al canon de la Biblia en los Concilios II de Roma (382), III de Hipona (393), III de Cartago (397) y IV de Cartago (419).
Durante la Reforma protestante del Siglo XVI, Lutero decidió que no eran inspirados, y retomó el Tajan como su fundamento para el canon del Antiguo Testamento. En medio del debate suscitado, la Iglesia occidental ratificó la decisión de recibirlos como parte del canon durante los trabajos del Concilio de Trento (1546).
Las distintas Iglesias cristianas ortodoxas, nestorianas de Oriente y eutiquianas de África, reivindican posturas bastante más eclécticas, pues asumen posturas de Padres de la Iglesia junto a las decisiones conciliares tempranas de la Iglesia latina occidental. A causa de lo cual, el canon de sus Biblias es bastante más amplio que el canon de la Iglesia latina occidental, e incluye el Salmo 151, la Oración de Manasés, el Libro III de Esdras y el Libro III de los Macabeos (además de estos, el Libro IV de Esdras y el Libro IV de los Macabeos figuran, así mismo, en muchas importantes versiones y ediciones de la Biblia).
Cada grupo cristiano suele llamar apócrifos a todos los escritos no incluidos en su versión del canon, si bien las diferentes confesiones dentro del cristianismo coinciden en el uso de este término para hacer referencia a los textos excluidos del canon de las Biblias cristianas ortodoxas. Solamente la Iglesia latina, y algunos protestantes respetuosos, llaman deuterocanónicos a los libros católicos ausentes de las Biblias protestantes. Las Iglesias de Oriente rechazan de manera terminante el uso occidental de distinguir los libros propios del canon amplio, de los protocanónicos comunes a todos los cristianos.
Otros, como los Testigos de Jehová, han producido sus propias traducciones de la Biblia asegurando que se trata de una versión fidedigna y leal con los idiomas originales.
Algunos grupos cristianos también han generado escrituras adicionales y son consideradas como escritura “inspirada”. Ejemplos muy conocidos incluyen los escritos de Ellen G. White, teóloga y doctora de la Iglesia Adventista del Séptimo Día; el Libro de Mormón, adscrito a Jesucristo como otro Testamento, Doctrina y Convenios, y La Perla de Gran Precio, empleados por La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (conocidos popularmente como Iglesia Mormona); o las escrituras de Mary Baker Eddy, teórica y fundadora de la Ciencia Cristiana.
Esta elevación de otras escrituras al mismo nivel de las escrituras aceptadas es la mayor causa de disputas entre estos grupos y las principales corrientes cristianas. Se podría esperar que los luteranos y los calvinistas considerasen las interpretaciones de Lutero y Calvino, respectivamente, con similar reverencia, pero no es así; de hecho la mayoría de los teólogos católicos y protestantes están de acuerdo en que no son de ninguna forma “inspirados”.
El grado de sacralidad de los textos bíblicos varía según las distintas denominaciones. En el catolicismo y la Iglesia ortodoxa, el texto suele ser considerado per se digno de algún grado de culto, y es llevado en procesión y colocado en altares o lugares dignificados. En el protestantismo, el texto carece de este tipo de valoración y solo es tomado en cuenta, en forma independiente al libro físico, el contenido de las escrituras y su interpretación; sin embargo, son denominados como 'fundamentales' debido a concentrarse y referirse a la Biblia como si esta fuera Dios mismo.
Interpretación
Entre las distintas denominaciones cristianas no existe consenso en la interpretación de la Biblia, lo cual ha sido la principal causa de las divisiones históricas y presentes en la doctrina y práctica cristiana. La posición más extrema en cuanto a la literalidad y conservacionismo del contenido de la Biblia cristiana se ha denominado “fundamentalismo cristiano” y se asocia principalmente al protestantismo. Esto tiene relación a uno de los principios de la Reforma, que es la sola escritura, de acuerdo a lo cual, se ve a la Biblia como la única y final fuente de fe y doctrinas y asume que cualquier creyente cristiano es capaz de interpretarla.
Católicos, ortodoxos y algunos anglicanos consideran a la Biblia como una fase formativa de la tradición de la iglesia, la cual ha sido continuada mediante decisiones de los concilios, las escrituras de los Padres de la Iglesia y, en el caso del catolicismo, por declaraciones papales.
Una de las causas de las diferencias en las interpretaciones radica en la precisión con la que se han traducido los textos de los originales y se ha transmitido su sentido, con las consideraciones etimológicas y lingüísticas que corresponden.
Debido a esto, existen en el mundo numerosas traducciones de la Biblia, cuyo sentido, muchas veces, carece de la fiabilidad requerida y varía su sentido, hasta el punto de generar controversias doctrinales o de aplicabilidad entre quienes las interpretan.
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